No se había desarrollado el entendimiento que el verdadero poder radica realmente en el Poder Legislativo, ellos pueden trabar los proyectos del Ejecutivo, ellos deciden el Presupuesto General de Gastos de la Nación, ellos integran el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, eligen al Defensor del Pueblo, a los Ministros del TSJE, pueden destituir al Presidente de la República y a Ministros de la Corte Suprema de Justicia, y pueden ser reelectos todas las veces que quieran.
Claro, ellos son quienes legislan, hacen las leyes que les permite perpetuarse en el poder, pueden sacar el pan de la boca de un niño y poner en sus mesas, pueden convertir en senador o diputado a cualquiera, no solamente ignorante, que esto no es delito, sino a personas de “dudosa procedencia”, algunos acusados por sus propios colegas de estar vinculados al narcotráfico, a la usura, al abuso sexual de menores.
Es decir, si tuviésemos ocasión de elegir, jamás estarían en el Congreso, no los hubiéramos votado, nunca. Sin embargo están ahí y gracias a nuestros votos, porque le votamos al titular de la lista y le estiramos al resto colgados a la lista sábana.
Cuando por fin se hizo un ensayo del voto preferencial en las últimas elecciones municipales, se asustaron, y sin más pérdida de tiempo ya presentaron un proyecto para volver a las listas bloqueadas en las elecciones del 2023.
El planteamiento surge paradójicamente de la oposición, alegando entre otras cosas que el desbloqueo le resta espacio a la mujer. ¡Negativo!, que cada partido proponga más candidatas, que presenten opciones y si tienen buenas propuestas, ¿porque no se las votaría?
Sucede que, así como toda la población desea, ellos entienden que con este sistema de voto preferencial, de a poco, pero sin error irán desapareciendo las figuras que por más de tres décadas nos impusieron. Saben que es el comienzo del fin.